lunes, 14 de septiembre de 2009

la hora


La fiera que arrastraba su imponente sombra de amo y señor del valle, había oído el llamado de lo inevitable y pidió unas horas más de chance.

La mañana estaba serena, sólo el sonido de algunos pájaros cortaba el aire calmo. En la estepa nadie gastaba energías más allá de las mínimas necesarias, como para evitar llamar demasiado la atención. En medio de un calor agobiante, los animales pastaban y bebía manteniendo en alerta sus oídos al crujido del mata reseca.

Mucho le costó dominar sus músculos y forzar a sus huesos a caminar, un dolor de tiempo se filtraba en sus articulaciones, sentía como minúsculas torturas de aguijones punzantes. Siguió caminando muy despacio intentando afirmar su gastada mirada. De aquel prodigioso olfato, poco le quedaba. Sus cortos pasos cansados alternaban con segundos de descanso y silencio, el viento del norte pegó en sus fauces y eso le produjo cierto regocijo.

Pudo identificar unas gacelas y unas martinetas a unos cientos de metros, así fue que la saliva le inundó la boca y refrescó su lengua. Un calor repentino llenó sus músculos de sangre ardiente y de pronto sus patas iniciaron una carrera desenfrenada, El corazón le golpeaba el pecho pero ahora no opinaba, no era parte de la conversación, Los largos pastos se venían encima y pasaban como una película; juncos, troncos, chacos eran un anécdota de centésimas de segundo, Corría, corría y su lengua colgada atajando el viento y desparramando baba salada, Percibía el terror delante de sí y eso transformaba sus ojos que pronto se llenaron de luz y sangre. Un joven ciervo quedó al alcance de su zarpazo que dio de lleno en el espinazo del animal, Las uñas de la bestia desgarraron un trozo de piel que dejó escapar el rojo vivo de la carne y sangre que enloqueció arrancó un rugido al león, Los colmillos asestaron en la victima como tenazas implacables y el cuello cedió como un junco de mimbre ante la furia del felino. El aire se inundó de olor a sangre, vísceras y muerte.

El valle volvió al silencio y pronto volvió a sentirse en su plenitud. No comió. Abandonó el cadáver, ya estaba bien. Pronto el cansancio le cayó encima como un elefante y se fue lento a obedecer a su corazón que opinó que ya era la hora…

1 comentario:

  1. juro que cada vez que lo leo siento la adrenalina,los musculos tensos, el cansancio el olor a sangre, el final.

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